martes, 13 de septiembre de 2016


Sobre la arquitectura de la casa – Vivir bellamente
La arquitectura es vida. Un espacio emocionante el documento más sincero de lo vivido. ¿Cuál es tu lugar favorito en tu casa? ¿Dónde te relajas, dónde trabajas? Hay mucho más que paredes y espacios en esos recuerdos. Las posibilidades poéticas de la arquitectura la acercan al ser humano, y el camino para llegar a ellas son las emociones. La arquitectura capaz de emocionar mediante diferentes tonos de color, formas puras, un dominio preciso de la luz y la sombra y espacios llenos de vitalidad. Esta ha de ser la arquitectura de la casa.
Entendamos vitalidad como alegría, emoción, pasión; y asociemos esas ideas con la arquitectura de la casa, jugando con conceptos como: alegría programática, emoción espacial, pasión por el entorno.
Dicho ejercicio nos transporta irremediablemente a la cultura latinoamericana, que respira de esa vitalidad, se caracteriza por ella. Desde el espíritu carioca hasta la sensualidad venezolana, la mirada latina desde mediados del s.XX nos deja múltiples ejemplos de vitalidad en la arquitectura de la casa, y sus obras más conocidas se han convertido en clásicos del diseño.


Por ejemplo, apuntando a México, el arquitecto Luis Barragán predicó esta filosofía en su propio hogar, la casa Eduardo Prieto López (1948), donde concibió un seguido de espacios pulcros, capaces de conmover al observador, acompañándole en una búsqueda de la belleza ideal a través de juegos de sombras, cuidadosas aberturas, experiencias cromáticas. Tal y como el mismo Barragán escribió: vivir es envejecer bella y trascendentalmente y esta arquitectura, la arquitectura de la casa, ha de capturar ese envejecimiento ligándose a la idea de “interioridad” (tiempo vivido) y “ociosidad” (espacio encantado), alejándose de lo vulgar mediante el buen gusto, cuidando detalles y materiales. Materiales naturales que recojan la esencia del paso del tiempo, las propiedades poéticas resultantes del tiempo vivido y espacio diseñado. Vitalidad en cada rincón, historias que no se ven pero se sienten.
Otro representante de esta arquitectura llena de vida es Oscar Niemeyer, en su casa particular de Rio de Janeiro (Casa das Canoas, 1951). Fusionando la arquitectura orgánica con el minimalismo, incorpora exitosamente el entorno natural y usa materiales modernos de forma suave, como si siempre hubieran estado allí.

El propio Niemeyer comentó: “mi preocupación fue proyectar en aquella residencia con plena libertad, adaptándola a los desniveles del terreno sin modificarlo, usando curvas para que la vegetación penetrara en ella, sin la separación ostensiva de la línea recta”. Niemeyer pues, relaciona de nuevo el entorno y la arquitectura en busca de la vitalidad espacial, una casa donde descansar, jugar, habitar, vivir.
En definitiva, la arquitectura de la casa es un arte donde el arquitecto debe entregarse al servicio del mayor arte de todos: el arte de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario